Hace un par de meses Martín Varavsky se preguntaba porqué apenas hay premios Nobel españoles. No es la primera vez que lo hace, ni el único.

Llevamos años escuchando que la productividad de las empresas españolas es muy baja. Que tenemos demasiadas vacaciones, demasiados puentes, que trabajamos poco. Y sin embargo la realidad es que estamos más horas que ningún otro país en el trabajo, y que cuando uno echa cuentas, no hay tantos festivos ni vacaciones con respecto a otro país. ¿Qué falla?

Igual frío un alfiler que coso un huevo

Pues creo que tiene algo que ver con que el 99% de las empresas españolas son PYMEs, muchas de ellas incluso microempresas (menos de 10 trabajadores y 2 millones de euros de facturación).

En España tenemos fundamentalmente empresas pequeñas y muy pequeñas que intentan dar servicio de todo y a todos.

Cuando uno se pone a mirar los epígrafes del IAE en los que está dada de alta una empresa, se queda a cuadros: es habitual que una empresa de pinturas esté dada de alta (y “ejerza”) también en actividades informáticas, electricidad, albañilería y pequeños trabajos de construcción, construcción de bicicletas y hasta en astrólogos y similares si se tercia.

Como dice la sabiduría popular, el que mucho abarca poco aprieta: el resultado de querer hacer de todo es trabajadores no especializados que igual pintan un pared, que instalan un router o le hacen una estantería de madera a medida, se la pintan y se la instalan.

¿Qué hay de malo en esto? Que se pierde mucho tiempo formándose en lo básico de cada cosa, y por tanto la productividad es bajísima. Y ojo, que no es que le eche la culpa a las PYMEs por querer hacer de todo, es que muchas veces uno se ve obligado: o lo hago, o no me encargan la “faena”.

“Lo siento, no está en mi área de responsabilidad”

Comparemos con lo que ocurre en otros países. Por ejemplo, Alemania, que parece ser el summum de Europa ahora mismo.

En Alemania hay fundamentalmente empresas medianas y grandes. Tener mucho personal se traduce en tener personal especializado, que no pierdee tiempo formándose en lo básico, sino perfeccionando y avanzando en los aspectos más remotos. ¿Qué es esto? Alta productividad. Soluciones únicas y extraordinarias. Patentes, royalties y Premios Nobel, entre otros.

Claro, que las empresas grandes tampoco son la panacea:

  • Suelen ser muy inmovilistas. Nadie se arriesga a proponer o intentar algo que tenga la más mínima posibilidad de resultar fallido, porque le condena al ostracismo. Experiencia personal: trabajar para empresas grandes desde fuera me ha permitido llevar a cabo esos “golpes de Estado” sin temor a que me corten la cabeza.
  • Esa alta especialización a veces lleva a situaciones absurdas en las que nadie quiere mojarse. Típico problema con los alemanes: en una situación en la que se requiere un 40% de conocimientos de X, un 40% de conocimientos de Y y un 20% de conocimientos de Z, va uno a pedirle ayuda al experto en X, al experto en Y y al experto en Z y todos y cada uno de ellos responden “ah… pero es que aquí hay una parte que se sale de mi área de conocimiento, no puedo ayudarte”. Preguntas quién puede ayudarte, y o se pasan la pelota de unos a otros, o directamente te dicen “otra persona, yo no”. Y se quedan tan frescos. Palabrita del niño Jesús que esto me ha pasado ya bastantes veces.

El equilibrio

Las empresas grandes tienen los recursos para cubrir todo el dominio del problema con personal especializado y poner a gestores para coordinar a esos expertos.

Las empresas pequeñas tienen menos burocracia, arriesgan más (muchas veces inconscientemente) y pueden innovar más rápido.

Creo que en España las PYMEs “genéricas” deberían asociarse y formar empresas más grandes, no necesariamente una única empresa, sino un consorcio u otro tipo de asociación empresarial estrecha, de forma que actúen como una única empresa de cara al cliente. En lugar de hacer cada indio la guerra por su cuenta, hay que echar mano de la formación en tortuga.

Con esto dejaríamos “vía abierta” a otro tipo de PYMEs, las hiperespecializadas, aquellas que serían expertas en una única cosa. De esta forma conseguiríamos gran productividad y retorno en forma de patentes, que es justo lo que sucede en EEUU e Israel.

El problema: no puede haber empresas pequeñas especializadas si no tienen clientes. ¿Quiénes son sus clientes? Normalmente empresas grandes que se dan cuenta de que tienen una necesidad concreta y pueden permitirse pagar por una solución externa. ¿Tenemos empresas grandes en España? Pocas, muy pocas, casi se cuentan con los dedos de una mano.

Hace falta un “balance saneado” de empresas pequeñas ultraespecializadas y empresas grandes que puedan contratar a esas empresas pequeñas ultraespecializadas para que haya un beneficio mutuo.

Este es, en mi humilde opinión, el verdadero problema de la baja productividad española, la falta de premios Nobel españoles y la escasa importancia de España en tecnología, y en casi cualquier cosas más allá del ladrillo y el turismo de sol y playa.

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